Suárez y el rey by Abel Hernández

Suárez y el rey by Abel Hernández

autor:Abel Hernández [Hernández, Abel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2008-12-31T16:00:00+00:00


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«¡FELICITADME, ME ACABAN DE LEGALIZAR!»

El día 11 de mayo de 1978, el Rey, eufórico, saludó con las siguientes palabras a un grupo de periodistas con los que iba a cenar en un restaurante de Madrid: «¡Felicitadme, me acaban de legalizar!». En efecto, sin ningún voto en contra, la comisión constitucional había aprobado por veintitrés votos a favor y trece abstenciones —los socialistas se guían dando hilo a la cometa de su republicanismo— el artículo 1.3, que dice: «La forma política del Estado español es la monarquía parlamentaria». La aprobación definitiva en las Cortes sería el 31 de octubre. El PSOE por fin dio su plena conformidad. En el Congreso solo hubo seis votos en contra y en el Senado, cinco; en ambos casos, de grupos marginales. Los comunistas, cumpliendo el pacto de Suárez y Carrillo, apoyaron a la monarquía con su voto. El referéndum del 6 de diciembre fue una fiesta.

El Rey y Adolfo Suárez habían alcanzado el objetivo propuesto. La reconciliación histórica de la izquierda con la Corona sucedió el 12 de diciembre, cuando don Juan Carlos recibió en La Zarzuela en un clima de gran cordialidad a la ejecutiva socialista, ya sin chaquetas de pana. En todos estos meses del año constitucional los sobresaltos fueron permanentes. A la intensificación de los ataques terroristas se unió el constante rumor de sables. Más de una noche pasaron en vela el Rey y Suárez, cuyas relaciones seguían siendo estrechas y firmes.

En unas declaraciones a Cambio 16, el rey Juan Carlos tuvo que salir al paso de los primeros movimientos desestabilizadores contra el presidente: «¿Cómo no voy a confiar en Suárez?». Tan pronto como la derecha franquista pasó, de la mano de Adolfo Suárez, el Jordán de la democracia, quiso quitárselo de en medio para tener vía libre hacia la recuperación del poder. También estorbaba al PSOE, ansioso por tocar poder y darle cuanto antes la vuelta a la Guerra Civil, entrando en la normalidad democrática.

En este tiempo, entre el Rey y el presidente se mantuvo sin fisuras la entrañable relación humana y, básicamente, el entendimiento político, aunque, como es lógico, dada la complejidad de la situación y la voluntad de Suárez de llevar a cabo, en asuntos opinables, su propia política, hubo algunos puntos de discusión. Por ejemplo, don Juan Carlos, según me confirmó personalmente, era partidario de una comisión regia con expertos de primera fila que elaborara una carta constitucional breve, clara y concisa que pudiera suscitar rápidamente el acuerdo de todos los grupos políticos. A lo que se opuso tajantemente Felipe González. Luego se demostró que el largo debate parlamentario fue muy útil para afianzar la Corona. Asimismo el Rey prefería que, en vez de la España autonómica y el «café para todos», se procediera a una descentralización administrativa, una especie de mancomunidad de diputaciones, con la excepción del País Vasco y Cataluña, a los que no había más remedio que darles autonomía. Pero el monarca se plegó también en esto a la voluntad general, después de no pocos



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